LA NIÑA QUE LLAMO AL TELÉFONO
Perdóneme Ud. señor,
si utilizo su teléfono,
sepa que soy una niña;
me llamo Isa Celedos.
ignoro quien es usted,
pero le pido, le ruego,
me haga el favor de avisar
al servicio de Bomberos,
pues se me quema la casa,
tengo en el piso un incendio
y no lo puedo apagar;
todo el cuarto está ardiendo.
Vivo en el número doce
del paso de los Luceros,
y el humo negro me ahoga.
Llame por favor muy presto,
que se me escapa la vida;
todo es cuestión de momentos,
pues las llamas son tan grandes
que parecen un infierno.
Así se explicó una niña
Por el hilo del teléfono
con ternura delicada,
con la voz de terciopelo,
y sin dudar un instante
puse en mí todos los medios
para salvar aquel ángel
que se hallaba en un aprieto
y fui a prestarle mi ayuda
sin importarme los pleitos
que pudieran prevenir
del resumen de los hechos;
gracias que con mi llegada,
coincidieron los bomberos.
Ya se quemaba la casa
el tocador y el espejo,
las cortinas, los armarios,
llegaba el fulgor al techo;
pero el agua de las mangas
abatieron aquel fuego
hasta reducirlo a nada
y hacer que brillara el suelo;
solo entonces vio mi alma
la magia de los bomberos.
Cuando se pasó el mal trago,
los vecinos más serenos
prodigaron a la niña
con cariño, con consuelos;
intentaron distraerla,
hacer que olvidara el miedo,
la visión desagradable
que le dejara el incendio.
Yo entonces me acerqué a ella
y le dije: - Eres un cielo –
Dime ¿Cuántos años tienes?
Nueve cumpliré en enero.
Eres hermosa y valiente.
No sabes bien lo que has hecho.
salvaste bienes y vidas
y te mereces un premio.
Ella me dijo - ¿quién eres?
Sin conocerte te quiero.
Soy – le dije algo confuso –
el que hablaste por teléfono.
Entonces tú me salvaste,
y me abrazó sonriendo.
A ti te debo la vida,
eres un señor muy bueno.
Luego mirándome alegre,
cariñosa me dio un beso.
Yo no pude remediarlo,
conmovido por el gesto
lloré lleno de alegría
igual que un niño pequeño.
La niña volvió a decirme:
¿Tú me salvaste la vida?
Entonces eres mi amigo,
desde hoy serás mi abuelo.
Yo, niña, no salvé a nadie;
fueron ellos los bomberos,
los que llegaron al punto,
los que apagaron el fuego,
pusieron agua del alma,
valor, pericia, denuedo,
y arriesgaron sus vidas
sin reparar en esfuerzos;
son ellos los que con ansia
lograron llegar a tiempo
y evitar un gran desastre
y una jornada de duelo.
Ya conoces desde ahora
lo que valen los bomberos,
a los riesgos que se exponen
para lograr sus empeños.
De nada sirven los llantos
los gritos y los lamentos
cuando se quema una casa
o un bosque se quema entero,
si no llegan cual titanes
unos hombres, los Bomberos.
Ya vez que montón de cosas
de repente sucedieron,
para hablarle del suceso
le dije a la niña bella:
se prendió fuego en tu casa,
me llamaste por teléfono;
yo di curso a tu llamada,
y llegaron los bomberos;
te ayudaron los vecinos,
reparamos el siniestro.
Pero te dije, mi hermosa,
que merecías un premio.
Y acercándola a mi rostro,
por los años ya muy viejo,
sobre la frente de lirios
le dejé un paternal beso,
y le dije, ya tranquilo,
entre serio y satisfecho:
- No dejes ninguna noche
de rezar por los bomberos.-

Ojalá que nos acordemos de ellos todos los días. Se lo merecen, se lo debemos.
Un ABRAZO a todo el cuartel de San Jorge, Santa Fe, Argentina.
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